No es infrecuente ir andando por la calle con el bastón y que alguna de las personas que te ven habitualmente en tu trayecto cotidiano te echen una mano. “La verdad es que hay que ver lo bien que os apañáis”, “Es increíble cómo os movéis por la ciudad con lo difícil que es”, “Las cosas no están pensadas para vosotros”, etc. Hay que reconocer que, en ocasiones, no es fácil moverse por la ciudad y que yo mismo, siento cierta admiración por otros ciegos que se mueven, a mi juicio, mejor que yo. No es menos cierto que, aunque a veces, al vernos andar en líneas poco rectas, o dirigiéndonos directamente hacia un obstáculo que no esquivamos hasta el último momento, cuando lo tocamos con el bastón, cueste pensar que vamos bien y seguros, por regla general, la situación está controlada. Y es que gracias al entrenamiento que nos da la ONCE en el caso de los ciegos españoles y los kilómetros que le hacemos al bastón, uno acaba por arreglárselas dentro de la dificultad.
Cuando me subo al tren, antes de sentarme, doblo el bastón despacito y con mucha precaución, entre otras cosas, para no sacarle un ojo a nadie y mientras lo hago, el tren ya ha arrancado, lo cual me obliga a mantener una postura particular, quizás un tanto marcial para mantener el equilibrio.
La cuestión, y lo que quería contar hoy volviendo a lo hostil del medio urbano y la admiración que se puede sentir por aquellos que se mueven bien por él pese a la diversidad de las circunstancias que le acompañen, es que hace poco, en la calle, ni siquiera en el tren se me acercó un señor para expresarme la admiración que sentía por mí: “Yo voy en el mismo tren que usted. Le veo subirse cada mañana. Es admirable!”
“Bueno, en realidad, la mayor dificultad es la de encontrar la puerta si no me ayuda nadie.”, contesté.
“No, no. Si lo que es admirable, es la forma en la que dobla el bastón antes de sentarse! Muy elegante y metódico.”
No pude evitar sonreír para mis adentros: “Esta sí que es buena. Vaya arte tengo doblando el bastón!”. Desde entonces, al subir al tren, ejecuto mi pequeña ‘performance’ y muestro mi arte con el bastón 😉
Bueno, para esta receta, no hay peligro de sacarle el ojo a nadie doblando las hojas de pasta filo para hacer los paquetes ni hace falta ningún procedimiento marcial.
Rollito crujiente de langostinos puerros y queso
Ingredientes para 6 rollitos:
6 hojas de pasta filo
500 g de langostinos
200 g de puerro (la parte blanca)
100 g de queso caprice des Dieux
Mantequilla
Cortar muy fino el puerro. Rehogarlo a fuego lento con mantequilla.
Pelar los langostinos y conservar las cabezas para otra preparación. Cortarlos en 3 ó 4 trozos.
Añadir los langostinos con el puerro y la mantequilla dejando que queden poco hechos, ya que terminará la cocción en el horno.
Derretir la mantequilla en el microondas para pegar las hojas de filo. Con un pincel de cocina, pintar cada hoja y doblarla por la mitad por el lado de la mantequilla.
Hacer paquetes con las hojas de filo dobladas con el relleno y el queso cortado en taquitos y bien repartido.
Pintar con mantequilla los rollitos y hornear a 180 grados hasta que se doren.
Servir caliente con una ensalada.
Se puede hacer paquetes más pequeños y servir como aperitivo para picar.